–¿Con quién hemos quedado después?
Le preguntó Sara para ver si averiguaba algo.
–Pues con estos, ya sabes, los de siempre. Nunca se sabe del todo quién aparecerá y quién no.
De repente se pararon delante de la puerta de lo que parecía una casa particular. Gabi llamó al timbre y un hombre con camisa, pajarita y tirantes caídos sobre el pantalón abrió la puerta.
–Bienvenidos a Taste Atelier, adelante.
Sara se quedó muda, con la boca seca y flipando en colores. ¿A dónde la había llevado Gabi? ¿De qué iba todo aquello?
Uno de los mejores restaurantes de la ciudad, ella había leído algo en Instagram sobre ese sitio, pero no se imaginaba que aquel adosado en una zona residencial de la ciudad, escondía en su interior un famoso restaurante tan bien valorado en las guías gourmet.
Pasaron, se sentaron y cenaron. Era un menú degustación cerrado, en el que probaron cosas que Sara no sabía ni pronunciar. Menudo despliegue de medios se había marcado Gabi, aquí había tema pero vamos!
Disfrutaron de la cena, charlaron, rieron, poco a poco, y gracias al vino, los dos perdieron los nervios. Hasta que llegó el postre y Gabi se puso serio.
El camarero les sirvió una copa de cava a cada uno junto con el postre y se marchó.